Siento que te vayas amigo, aunque dudo que te dejen ir tus fieles, dudo ser el único que busca tu calidez y tu consejo, pero estos hombres modernos, ajenos a tí y aún creen todo saberlo, dicen que tu muerte es irrevocable. Sí, cada vez que leo por los papeles virtuales nuevas noticias sobre avances tecnológicos, la informática se place en presentar tu obituario a destiempo. Yo no les creo. Te siento tan mío como el calor del primer abrazo al descubierto, de ojitos cerrados y cielo abierto. Aún te veo ansioso en un librero a la espera de la prima caricia que nos hace victimas y cómplices.

Es la portada tu rostro… las palabras tu alma y más allá un silencio, silencio que nos vuelve conyugues de espacios donde las piernas de Neil Armstrong no llegarán, donde todo es la inmensidad, la fantasía de contemplar a través de tus ojos.

Antes que mueras libro permite que esta elegía apunte también mi nombre, que es una sustancia vagabunda entre tus oraciones, refugiada en tus abecedarios, profanando cada caligrafía, dando nuevos sustantivos al amor, permite que en tu sepelio yo sea el polvo que te abrace y se funda en lo que siempre será.

Antes que mueras amigo...

Los abismos solo se acceden por tus puertas… y antes que mueras entraré al jamás.