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Bajo la Lluvia

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Posted on : 8:35 | By : Pensar... | In : , ,

La tierra seguía absorbiendo la lluvia en sorbos gigantes, mientras el pavimento coqueteaba con sus caricias, despojándose de ese calor que a veces escupe a nosotros. Los unísonos noticiarios asqueaban; el televisor es un animal locuaz, blasfemo como una "cuernera". Cuando la energía eléctrica se marchó, en un Santo Domingo donde los apagones no creen en anuncios de adiós protocolares, "la luz", se despidió haciendo unos "amagues", pestañeando a pasos lentos, como parpados de maniquí recién revivido.

Siempre le tuve miedo al poema bajo la lluvia. Me invadía el impulso de encender velas, quemar todos los papeles, hacer una fogata con mis apuntes y respirar el humo para volverlos a escribir, esta vez con menos cursilerías y más sangre.

No hay nada más ingenuo que un poeta asomado a la ventana un día de lluvia, sometiendo las gotas de agua a la matemáticas de sus nostalgias. Por eso, para un poeta es pecado dormir mientras las nubes se revelan. La lluvia es un recital transparente, un placebo para la neurosis, una película de Bergman hecha agua. Sientes tu espíritu unido a la danza de sus vientos, una conjunción inefable entre soledad y hierba, entre tierra y mar, mientras tu estirpe renace bajo los olmos.

Las despedidas dolorosas son bajo la lluvia. Nadie conoce más eficiente camuflaje para las lágrimas. En los días de sol, dicen, llevamos puesto el traje del protocolo social, un caparazón fuerte, eso que llaman carácter o personalidad. Pero que vulnerables somos cuando cantan los ángeles a ritmo de la percusión en caída libre de las gotas de agua; que vulnerables somos.

Les dejo un poema en honor a la lluvia autoría de uno de mis grandes favoritos.

LLUVIA

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

Federico García Lorca